¿Qué harías?

Ya no sé ni qué hora es y el cielo está tan nublado que no me da ninguna pista.
Creo que me tiemblan las manos; debe ser por el frió…, sí, seguro es el frío.
Y ¿si te digo que tengo miedo? No sería nada, no deberías preocuparte, no deberías creerme, deberías seguir caminando y pensar que mis manos tiemblan, porque tienen frío.
Me siento inexplicablemente ligera, como si la gravedad estuviera huyendo de mi cuerpo; seguro es el aire, el viento tan fuerte y tan dolorosamente helado. Y ¿si te digo que tengo miedo, me creerías?, no deberías hacerlo, deberías sonreír levemente y tomarme de la mano para hacer contrapeso.
Tengo la vista nublada, como si toda la bruma del cielo se hubiese guardado en mis ojos; seguro es el sueño, el cansancio, estragos de mi insomnio. Pero, ¿si te digo que tengo miedo, qué harías?, deberías mirarme a los ojos y verlos tan nítidos como un lago claro, morderte los labios y decir entre dientes que te desespera mi lentitud al caminar, entonces apresuraría el paso y las nubes en mi visión se dispersarían.
Sigo sin saber la hora, no hay un solo indicio de nada en el día, camino leve a un lado tuyo y tú no me miras.
Y ¿si te digo que tengo miedo, que tengo un miedo terrible, un pavor inmenso, una inquietud paralizante?, ¿qué si te digo que me carcome el alma y que me duelen mis latidos en el pecho? ¿Qué harías si te digo que tengo miedo?

Él era el mar y el muelle

Una vez él le dijo: “Lo siento cariño, pero desde hoy navegas sola”, en ocasiones ella recuerda esa frase y sonríe triste al pensar que es la única canción que él escribió para ella.

Mientras ella se aleja de la orilla, murmura: “Quise quedarme en tu muelle, quizás para siempre”. Había dado todo por él, al grado de mirar hacía la nada sin reconocerse, sin saber qué había pasado con lo que alguna vez había sido, por él había roto todas sus reglas.

Durante muchas noches las voces del viento la habían acosado paralizándola hasta en sueños: “¿Acaso él veía lo que ella daba por estar a su lado?, defendía contra su sangre su nombre en los labios”. “Él no podía ver más que su reflejo en la playa”. “Llegará el día en que tanto llanto desborde la marea”. Ya no sabía si ese muelle era su destino o un error al cuál se aferraba.

Su amor por él dormirá para siempre tranquilo en la playa, acariciado por las estrellas, la luna velara su sueño, el mar escuchará su latir. Pero ahora ella mira al horizonte, pensando si debe zarpar de nuevo, de alguna manera siente que carga con una maldición y que no habrá destino al que llegue sana y salva. Sabe que quiere partir, pero ¿quién cuidará del muelle cuando ella se vaya?, esa pregunta la detiene más que el miedo de morir en el océano desconocido y, ¿a él le da igual si ella naufraga en cualquier playa?

Él era el mar y el muelle, pero ella hace mucho tiempo navegaba sola.

Sentada e insomne

La lluvia prometió que vendría y finalmente decidió no hacerlo. Me dejó esperando hasta las horas en que los gatos le huyen a la soledad de la noche.
Las estrellas dijeron que aparecerían y se quedaron perdidas entre la bruma y las nubes.
Tu alma, contra tu voluntad, prometió que me amaría.
Y sigo esperando sentada e insomne una lluvia tardía, estrellas ocultas y amores de media vida.

Invisible

Tengo la vista borrosa, cansada, dolida, nublada, perdida y opaca por un velo de lágrimas y, aún así puedo verte. Sería capaz de sacarme los ojos, si eso me asegurara que no tendré tu imagen de nuevo, pero, ¡maldita sea…!, te veo hasta en la oscuridad de mis adentros.

Odio cada parte de mi ser que está impregnada de ti, de tu forma de hablar, de tus gustos, de tus colores, de tu música, de tu manera de tomar el café, odio tu voz en mi cabeza que aún me cuenta historias.

Borraría cada recuerdo, la danza, el arte, mi nombre, mis sueños, si eso asegurara que te irás con ellos. No quiero tu olor, ni tu tacto, ni tus besos, quiero que seas invisible, quiero que te alejes por completo…

El día que se apagó el universo

Después de hoy se apagó el universo. Ya no hay sueños en el espacio bañados de luz ni estrellas con nuestros nombres. Sólo queda el vacío y el gélido silencio, y la duda palpitante y eterna de si algún día algo volverá a brillar.

Al encontrarnos nos perdimos a nosotros mismos.
Tú jamás fuiste poesía en mis manos, yo nunca pude ser música en tus dedos, pero aún así el amor vivía, intenso y poderoso, tan grande que sacudía de un sólo suspiro a la conciencia y a la razón.

Todo comenzó entre sonrisas, casualidades y búsqueda de sueños personales, que no tenían intención de ser nada más. Pero nos tomamos de la mano por primera vez y no quisimos volver a soltarnos, sin embargo lo hicimos. ¿Recuerdas cuándo?, ¿recuerdas por qué?

Lo nuestro fue tormenta, fue vorágine, fue calma y pausas. De esas emociones que contorsionan el mundo, que reinventan el sentido, que rompen el pasado y la naturaleza del todo.

Vimos nuestros sueños caerse a pedazos y nos inventamos nuevos para construir, juntos éramos todo…, por lo menos para mí era así. No necesitaba conquistar el mundo, ni tocar la luna, ni nada más que no fuéramos tú y yo.

Habría podido vivir en tus ojos, si ellos no se hubiesen cerrado para mí.

La oscuridad te inundó y no pude navegar ese mar negro en que te convertiste. Grité tu nombre tantas veces en busca de ti, pero no pude encontrarte, solamente había tenues respuestas que no me llevaban de nuevo a tu lado. ¿Estabas aún ahí?, ¿querías ser encontrado? Me faltó fuerza, me faltó calma, me faltó fe, me faltaste tú…

Dicen que hay personas que llegan a cambiarte la vida, a transformarte por dentro, a echar raíces en el alma, a quedarse por siempre, aún cuando se van, aunque te desean la muerte.
Apagaste las luces y se apagó el universo entero… todo terminó en llanto.

Sin ti


Lo que inició en amor, acabó en suspiros.
Me miraste a los ojos y dijiste: “ya no más”,
y la música paró y ya no supe bailar.
¿Fui yo quien rompió nuestra luna de cristal?

Se estrelló la nave aún antes de despegar.
Que triste es encontrarme sin ti en mi camino
Y ahora ¿cuál es el rumbo?
Tú estabas en el plan.
No sé cuál es el destino,
ya no sé a dónde viajar,
aún hay tantos planetas que quiero conquistar.

No aprendí a cantar y sin ti no aprenderé jamás.  

Soy un gato de azotea ya sin luna que mirar.
Queda una herida en mi alma
y el dolor de haberte perdido una noche de calma,
de interna tempestad.

En silencio te pedí que te quedaras,
no sé si lo debí gritar,
ya sin luna en mi cielo no sé si me podrías amar.

¿Seguiremos tomados de la mano, tristes y enamorados?

Ya no puedo volver al lugar donde solíamos gritar.
Te fuiste envuelto en melancolía y yo perdí por siempre la paz.
¿Volveremos a romper ventanas
o esta será siempre la historia que no supe terminar?

brebrebrenFotografía: Rafael Molina

Tristes y enamorados

La infancia se mezcla con la lluvia,
sobre tu cara de adulto.
Es fácil olvidar cómo se sentía sonreír desde adentro.

¿Recuerdas?
Yo corría como si estuviera a punto de despegar el vuelo,
fuimos juntos al espacio más de una vez
y caminamos por venus tomados de la mano.

¿Es un juego todavía todo este dolor?
Las cosas que se toman en serio terminan partiendo la ilusión.
Somos un par solamente jugando al amor.
Nos hemos perdido ambos entre suspiros desdibujados.
Hemos llorado juntos tomados de la mano
tristes y enamorados.

Tú destruías planetas antes de que dieran las tres,
yo pintaba de estrellas las calles que no quería ver.
Él esperaba por ella, ella flotaba hacia él.
Dime que seguimos jugando, dime que aún no son las tres.

¿Es un juego todavía todo este dolor,
entre tempestades y planetas rotos,
entre lágrimas y sollozos?
Nos hemos encontrado ambos.
Hemos llorado juntos tomados de la mano
tristes y enamorados.

Con calles llenas de gente que queremos ignorar,
bajo el sol que queremos esquivar,
en una vida que no sabemos llevar,
que no podemos dominar,
que de las manos se nos va.
Hemos llorado juntos tomados de la mano
tristes y enamorados.