Una vez él le dijo: “Lo siento cariño, pero desde hoy navegas sola”, en ocasiones ella recuerda esa frase y sonríe triste al pensar que es la única canción que él escribió para ella.
Mientras ella se aleja de la orilla, murmura: “Quise quedarme en tu muelle, quizás para siempre”. Había dado todo por él, al grado de mirar hacía la nada sin reconocerse, sin saber qué había pasado con lo que alguna vez había sido, por él había roto todas sus reglas.
Durante muchas noches las voces del viento la habían acosado paralizándola hasta en sueños: “¿Acaso él veía lo que ella daba por estar a su lado?, defendía contra su sangre su nombre en los labios”. “Él no podía ver más que su reflejo en la playa”. “Llegará el día en que tanto llanto desborde la marea”. Ya no sabía si ese muelle era su destino o un error al cuál se aferraba.
Su amor por él dormirá para siempre tranquilo en la playa, acariciado por las estrellas, la luna velara su sueño, el mar escuchará su latir. Pero ahora ella mira al horizonte, pensando si debe zarpar de nuevo, de alguna manera siente que carga con una maldición y que no habrá destino al que llegue sana y salva. Sabe que quiere partir, pero ¿quién cuidará del muelle cuando ella se vaya?, esa pregunta la detiene más que el miedo de morir en el océano desconocido y, ¿a él le da igual si ella naufraga en cualquier playa?
Él era el mar y el muelle, pero ella hace mucho tiempo navegaba sola.
BONITA HISTORIA. AUNQUE UN POCO MELANCÓLICA.
ABRAZOS
Me gustaMe gusta
Muchas gracias por leer ❤
Me gustaMe gusta